El blog del Inquisidor
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Edición original, 2008 |
El resumen del editor
‘Intrigante, enigmática,
imposible de abandonar. |
Un apunte del autor
En realidad, El blog del Inquisidor es dos novelas en una. La primera novela recrea una historia real del siglo XVII, el proceso de la Inquisición contra las monjas benedictinas del convento de la Encarnación o de San Plácido, en Madrid, pero no al modo de la novela histórica convencional (y menos al de ese remedo del género que ha proliferado en los últimos tiempos). La segunda novela está protagonizada por dos personajes contemporáneos (un hombre y una mujer), que se encuentran en el espacio virtual y empiezan a conversar a propósito de la historia de aquellas monjas, pero que al final acaban hablando de ellos mismos: de sus secretos, sus culpas, sus miedos, sus fortalezas. La figura de Teresa Valle de la Cerda, la joven priora de San Plácido (que después de ser condenada por el Santo Oficio en primera instancia logró que la absolviera el Consejo Supremo tras presentar un extenso alegato, conservado en la Biblioteca Nacional), se convierte para ambos interlocutores virtuales en un símbolo del espíritu de lucha y de la capacidad de resurgimiento de los seres humanos, aunque cada uno de ellos la ve y la entiende a su peculiar manera. Más de 20 años llevaba la historia de Teresa Valle en mi cabeza, desde que supe de su caso y de la excepcional defensa que había hecho de su inocencia ante el más temido tribunal de su tiempo. Finalmente encontré el modo de contarla olvidándome de las viejas estructuras lineales y sirviéndome de los esquemas narrativos y de los soportes de comunicación interpersonal surgidos en la red: blogs, chats, correo electrónico, etcétera. Todo ello convierte a El blog del Inquisidor en una suerte de novela epistolar del siglo XXI. Un diálogo entre un hombre y una mujer que viven separados por miles de kilómetros, que pertenecen a culturas distintas y que ni siquiera se conocen, y de ambos con los fantasmas de una historia acaecida cuatro siglos atrás. Todas esas lejanías quedan abolidas en ese no-lugar y no-tiempo de la Red, para mostrar que a despecho de kilómetros y siglos, estamos hechos del mismo barro. |
La cal de la crítica...
"Aunque, de modo inevitable, la mayor popularidad de
Lorenzo Silva como escritor se haya forjado en las novelas de intriga
que tienen como personajes al sargento Bevilacqua y a la cabo Chamorro,
no hay que olvidar que nos hallamos ante un autor inclinado desde el
principio a tantear motivos y fórmulas narrativas diferentes,
que le han permitido ofrecer obras tan dispares como Noviembre sin
violetas, La sustancia interior o El nombre de los nuestros. En El blog
del Inquisidor, el escritor no se aparta sustancialmente de ciertos
temas recurrentes que, como el de la culpa, forman parte de su mundo
personal, pero se interna con soltura en recursos compositivos que unen
tradición y novedad y que constituyen sin duda lo más
valioso de la obra. Para empezar, conviene decir que la historia se
presenta como una variante más del procedimiento del
“manuscrito encontrado”, tan fecundo desde Cervantes a
Cela, sólo que aquí, no hay manuscritos, sino textos
electrónicos y diálogos sostenidos a distancia mediante
el chat. Ricardo Senabre, El Cultural
"Lorenzo Silva ha vuelto a conseguir
aquello que ya hiciera con «La sustancia interior», esa
excelente novela que escribiera hace ya 12 años. No quiero decir
con esto que el resto de sus obras sean malas, de hecho son todo lo
contrario, simplemente me sublima la belleza que imprime a las intrigas
que desarrolla en catedrales y conventos. Porque siempre hay algo
más. En «El blog del Inquisidor» se desprende de las
ataduras que a menudo nos condenan a mantenernos callados y, a
través de un blog que grita al mundo una historia que esconde
otra aún más terrible, muestra de qué materia
está hecha la miseria humana y cómo es capaz de
lapidarnos hasta hacernos creer que estamos muertos. Ahondando en el
pasado, y a través de dolorosos recuerdos
«sumergidos» en la vida de un inquisidor del Santo Oficio,
que narra el proceso de las monjas de la Encarnación Benita de
San Plácido, en Madrid, por creer que 25 de las hermanas estaban
endemoniadas, el camino se tuerce hasta llegar a la priora y fundadora
doña Teresa de Silva [sic], pecadora o víctima de sus
propias creencias y tejemanejes, para mostrarnos las dos caras de un
hombre que, sin redención posible, se confiesa al mundo. Pero su
«oración» sólo alcanza a una historiadora con
una vida insípida, llena de macas como la piel de una manzana
golpeada en el lagar, para la que este hallazgo supone una chispa que,
a la larga, podría abrigarle el corazón. La intensa
relación que se establece entre los dos «reos», la
intimidad con la que se cuentan sus miedos y la dureza con la que
desvelan sus vergüenzas conmueve aún por encima de una
trama hilada a la perfección por un «sastre» que
tiene la condición humana por montera". |
...y la arena
"Cada vez hay más autores dispuestos a explorar
cómo las nuevas tecnologías modifican nuestra
concepción de la ficción, y por ende de la literatura.
Pero esta novela no trata de tecnologia sino de comunicación.
Theresa, una joven historiadora escocesa especializada en la
inquisición española y con una turbulenta vida
sentimental a sus espaldas, descubre navegando una noche una
extraña bitácora literaria, ‘El blog del
Inquisidor’. Paolo Fava, Papel en blanco
"De los novelistas españoles, Lorenzo Silva fue de los primeros en tener un blog propio, que compatibiliza con una colaboración donde responde a las cartas electrónicas de XL Semanal, dominical de este periódico y de otros del grupo Vocento. Ha sido siempre un escritor inquieto y avisado de cuanto se mueve a su alrededor. No es de extrañar, por tanto, que haya dedicado esta última novela a ese espacio de Internet, que tantas posibilidades tiene abiertas. Y ya que, para pesar de muchos, tiene en barbecho a su teniente [sic] Bevilacqua y su sargento [sic] Chamorro, ha volcado su creatividad en este desafío que a casi todos mantiene atentos. Como todo desafío, y quizá más por ser el de las relaciones de Internet, un asunto tan traído y llevado, no son pocos los riesgos que Silva afronta, el primero derivado del coste que va anejo a la ganancia de toda moda y oportunidad tan manifiesta. Uno tiende a preguntarse lo primero si un escritor bien dotado, con éxito merecido, precisa de apuntarse a donde tantos y de manera tan trivial aparecen. Si pongo estos prejuicios por delante es porque Silva sale bastante bien parado de la aventura, esto es, que los riesgos le han procurado al menos tanta ganancia como coste. Y no era nada difícil salir trasquilado. Ha demostrado inteligencia para que no le ocurra, pero no deja su novela de pagar cierto débito inherente, no tanto al fenómeno de Internet, como a la facilidad que «copiar y pegar» le ha proporcionado. A mi juicio, Silva se ha visto atrapado por el interés que tenía una historia concreta de nuestro siglo XVII, que le había llegado por noticias tanto de la Historia de los heterodoxos españoles de Menéndez Pelayo como del libro de Julio Caro Baroja dedicado a la figura del inquisidor. Y como abjura explícitamente de la novela llamada histórica, ha preferido darnos conjuntamente dos historias. Por un lado, ofrece, con demasiada facilidad por ser simple transcripción, la historia concreta narrada por don Marcelino, completada con el pliego de descargos que la Biblioteca Nacional conserva de la acusada en el proceso, la monja Teresa Valle y de la Cerda. La otra historia es la actual mediante la creación de dos personajes que comunican por medio del canal que conocemos como chat. Son un hombre y una mujer: el primero, autor de un blog en el que ha comenzado una novela que tiene a la figura del inquisidor como protagonista y que trata de ofrecer una versión menos convencional o más crítica sobre el caso antiguo. Ella es una supuesta especialista en Historia que por casualidad lee tal blog e indaga. Todo queda ahormado por el artificio cervantino de la transcripción de un manuscrito escrito en inglés que contiene todo lo anterior y al que se van añadiendo ciertas notas del editor/traductor. Básicamente, a la historia del caso sometido al rigor del Santo Oficio, Silva añade lo que puede ser otro caso, el de la mutua seducción de dos interlocutores que en un chat juegan a contarse/ocultarse su identidad, con la intriga que propor-ciona ese galanteo donde las identidades y vidas se metamorfosean (así ocurre realmente) según se quiera. Poco a poco, ella, convencionalmente llamada Theresa, va contando al que convencionalmente llama el inquisidor, su vida amorosa anterior, con tres desengaños, en la que me parece la parte más plana de la novela, porque Silva paga tributo excesivo a los tópicos sentimentales, por más que él mismo, a través del inquisidor, los reconozca así. Más interés ofrece éste; primero por ser más reacio a mostrarse, lo que da mayor juego e intriga; segundo, porque, al no hacerlo, va brindando posibilidades de una consideración moral y crítica de los asuntos que trata, entre ellos una pedagógica puesta en cuestión de la leyenda negra sobre la Inquisición, al ofrecer una imagen, que si bien la bibliografía especializada (Kamen, Caro Baroja, García Cárcel) tiene asumida, no era del dominio del gran público. Eso y una complejidad discursiva sobre la ética de las relaciones humanas convierte a ese personaje en interesante. Lástima que Silva se vea atrapado por la red (nunca mejor dicho) de las propias condiciones estilísticas que para su novela ha creado, y deje sin resolver la unidad del cañamazo, por mucho que el esfuerzo del capítulo último quiera aunarlas. Aunque esta novela se lee con interés y resulta muy actual, no alcanza la altura literaria que a Silva cabe exigirle". José María Pozuelo Yvancos, ABCD |
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