La isla del fin de la suerte

  1. El resumen del editor

    En el curso del 2001, Lorenzo Silva decidió embarcarse, junto a Círculo de Lectores, en el desafío de construir una novela con la ayuda y la participación de los lectores. La fórmula era sencilla: durante diez semanas y a través de Internet, en la página http://www.circulo.es/, el público votaría por una serie de alternativas que, paso a paso, irían construyendo la historia. Así fue surgiendo, con el veredicto de la mayoría, La isla del fin de la suerte, una intensísima novela negra, de profundas aristas psicológicas, escenificada en un desolador islote del Báltico. En aquel lugar será congregado un selecto grupo de invitados, quienes se verán sometidos a las veleidades de una mente perversamente traviesa, dispuesta a hacerles pasar una extravagante prueba de muertes y asesinatos. Una experiencia límite, capaz de resquebrajar las fronteras de la realidad y de hacer comprender la vida como un juego, una broma, o incluso, como una gigantesca charada de un mago caprichoso.

  2. Un apunte del autor

    Esta novela, como indica el editor, tuvo un origen peculiar. Surgió a través de la interacción electrónica entre el escritor y sus lectores, lo que algunos puristas reprobarán, pero a mí me parece una sana, gratificante y más que legítima mecánica creadora (aunque no por ello vaya a renunciar de aquí en adelante a la tradicional escritura solitaria). Transcribo un par de trozos del prólogo que creo que dan una idea de lo que es y pretende este libro:

    «Por todo lo dicho, me gusta pensar en esta novela como en una obra compartida, en la que la autoría ve resquebrajado su tradicional carácter individual para abrirse a la multitud. Pero no a una multitud cualquiera, sino a esa multitud de lectores activos y generosos que constituyen, a mi juicio, la única y verdadera república de las letras (por más que algunos pelmazos y no pocos pedantes pretendan apoderarse de la expresión para ponerla al servicio de sus rancios intereses). Se trata, por fortuna, de una multitud lo bastante amplia, y por eso la novela no quiso excluir a nadie, sino al revés, incluir a todo aquel que deseara perder un poco de su tiempo leyendo un libro; invitándolo, de paso, a hacer sonar su voz e influir en lo que en el libro sucedía. Nadie tuvo que pagar un duro ni acreditar ningún otro requisito que el de saber leer y poder manejar un ordenador para participar en el juego. Sin duda la fórmula era mejorable, pero me pareció una buena manera de dar al lector el protagonismo que a menudo se le niega, al relegarlo al papel de consumidor de ejemplares que sostiene, mediante el pago de su precio, las finanzas y el prestigio (o lo que es peor, la vanidad) de quienes escriben (…)»

    «En resumen, escribí con la máxima libertad, para que el lector tuviera la máxima libertad al leer y elegir, porque este libro es en gran medida un juego, y la diversión compartida, su principal objetivo. Pero eso no excluye otros propósitos, que he intentado realizar dentro de los límites que me impusieron mi capacidad y las circunstancias. Al menos, procuré que el juego tuviera el rigor suficiente para no quedarse en tontería.

  3. La cal de la crítica...

    No dispongo de críticas en el sentido tradicional, por ahora.

  4. ...y la arena

    Tampoco para poner nada aquí.

  5. Comentarios

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