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27 mayo, 2023

Púa, Feria, gracias

Creo que es un buen momento para recuperar la imagen que abre esta entrada. Según las fechas del cuaderno de caligrafía del que la he tomado, las letras que en ella aparecen fueron trazadas por mi mano infantil en enero del año 1971. Contaba a la sazón sólo cuatro años, pero la diligencia y la energía de la madre Elvira, la monja calasancia que me enseñó a leer y escribir en el Colegio Divina Pastora de Getafe, ya me habían persuadido, sin renunciar a la antigua contundencia pedagógica, de la necesidad de abandonar por la vía de urgencia las filas del analfabetismo.

Ha pasado más de medio siglo. Llevo más de cuarenta años intentando escribir literatura. Casi treinta publicando libros. Y se cumple un cuarto de siglo de la llegada a las librerías de la primera novela de Bevilacqua y Chamorro, El lejano país de los estanques.

También afronto mi vigesimonovena Feria del Libro de Madrid, a la que acudo con más de ochenta libros ya a las espaldas y con una novedad que lleva por título justamente esa palabra que en la imagen de arriba se ve tal y como la escribí por vez primera: Púa.

Esto que ahora escribo es, ante todo, una invitación y un agradecimiento.

A aquellos que podáis y queráis os invito a acudir a la Feria, donde estaré firmando no sólo esa novela, sino también algunas otras novedades aparecidas desde la Feria pasada, como La llama de Focea —el último título por ahora de la serie de Bevilacqua y Chamorro—, el estuche conmemorativo del 25 aniversario de estos dos personajes, la reedición de mi adaptación de La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson ilustrada por Mercedes Palacios, la edición en bolsillo de Nadie por delante y la reedición de Imán, de Ramón J. Sender, que tengo el honor de prologar y que ha recuperado Austral con nueva imagen de cubierta debida al gran Alfonso. Más cualquier otro título que tengan a bien llevar a la caseta mis amigos libreros o que vosotros queráis traer.

Las fechas de las firmas las tenéis en el cuadro que cierra esta anotación.

En cuanto al agradecimiento, os va dirigido a todos los que habéis leído alguno de mis libros y con vuestra lectura los habéis hecho existir. Tanto si fue puntual como si la habéis sostenido en el tiempo. Me consta que algunos —y algunas— lo habéis hecho con una persistencia que me abruma, me sobrecoge y nunca podré recompensar.

También, ya que estamos, doy las gracias a todos los maestros de letras, ciencias y vida de los que se me otorgó el privilegio de aprender, y que me ayudaron a forjar la mirada, el verbo y el sentido de cuanto escribo. Empezando, cómo no, por la madre Elvira y, antes que ella, mi madre, Francisca Amador, a quien en esta Feria me toca por primera vez echar de menos, lo que quiere decir que cada vez la tengo más presente.

Somos lo que nos dieron, sólo llegaremos a ser lo que demos. Ese es el único tesoro de nuestra isla. Conviene no olvidarlo nunca.

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