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28 octubre, 2021

Fin de viaje

Hace unos días tuve la oportunidad de hablar de Castellano con los lectores de Villaseca de la Sagra, gracias a los buenos oficios de su biblioteca municipal y de las excelentes y entusiastas profesionales que la atienden. También estaban presentes en el encuentro lectores de varios pueblos más de la comarca, con sus bibliotecarias y bibliotecarios, a quienes va desde aquí también mi reconocimiento y mi gratitud. Tras el acto, fuimos al edificio que alberga el ayuntamiento, antiguo palacio de los marqueses de Montemayor. Allí me señalaron una curiosa circunstancia. Las columnas que sostienen el tejado que rodea el patio interior y la portada del edificio proceden de la derribada casa de Juan de Padilla en Toledo. Como represalia por su rebelión, la edificación se echó abajo y se aró el solar con sal, pero los elementos valiosos y recuperables, como esa portada y esas columnas, se las llevó a Villaseca el marqués de Montemayor, noble toledano que había abrazado la causa del emperador, para dar realce a su palacio.

Pensé que en aquellas columnas se pudo haber apoyado en algun desfallecimiento María Pacheco, la viuda de Padilla, que no gozaba de buena salud. Que era seguro que bajo ese portal habían pasado muchas veces ella y su marido. Y que resultaba curioso que portal y columnas se hubieran salvado del castigo y de la aniquilación concienzuda que les tocó a sus propietarios por osar desafiar la voluntad imperial, para acabar su viaje allí, ayudando a dar sombra y lustre al palacio de uno de sus enemigos. A veces es paradójico cómo terminan las cosas y los caminos. En todo caso, terminan siempre, y con frecuencia no como esperábamos o como habríamos preferido que acabaran.

Hace algunas semanas tuve también la sensación de otro fin de viaje, en este caso personal. Sucedió en las ruinas de la capilla de San Pedro de Arlanza, en Burgos. Este escenario aparece en el epílogo de Castellano como cierre emblemático de un periplo literario que va a parar a ese enclave de la Castilla originaria: el mismo rincón del mundo donde, segun la leyenda, el lejano conde Fernán González concibió el proyecto febril de afirmar su condado contra sus múltiples enemigos. En el epílogo se narra, entre otros, un viaje realizado a San Pedro de Arlanza a comienzos de este mismo año, cuando la capilla estaba aún en obras de restauración —o más bien de consolidación—, lo que como en sus páginas se consigna me impidió entrar en ella.

Pues bien, esta vez, con las obras ya concluidas, pude por fin poner el pie en el interior del templo que fue el primer sepulcro del conde, antes de su traslado a Covarrubias, y donde debió de orar muchas veces el anónimo monje que compuso el poema épico que le recuerda. Fue otro momento de emoción, y de nuevo experimenté esa sensación de fin de viaje. En este caso de la intensa aventura creativa y de la prolongada gira promocional de este libro, que tantas alegrías me ha dado. Aún me quedan algunos actos, pero mi cabeza empieza a estar en las escrituras que vienen, y que versan sobre asuntos muy dispares. Castellano está cada vez más en las manos de otros, poco más puedo ya hacer yo por él.

No es malo que así sea. Los viajes que terminan nos entristecen siempre un poco, pero es bueno y reconfortante haber podido hacerlos. También lo es sentir que los has completado. Hace dos domingos, en fin, terminé otro largo viaje. Publiqué la que será la última de las piezas de la serie vidas.zip, que he venido manteniendo ininterrumpidamente a lo largo de 653 semanas, esto es, algo más de doce años, en la web de elmundo.es

No habrá más, por una suma de buenas razones. El proyecto, exclusivamente digital, surgió en otro contexto, con una prensa digital abierta, que le daba una audiencia, una repercusión y un carácter que me temo que la decisión de los medios de cerrar con suscripción sus versiones web —por lo demás legítima y comprensible, ya que no ven otro modo de darle valor a su producto y hacer sostenibles sus empresas— ha venido a alterar. No de un modo decisivo ni irreparable, pero sí sustancial y perceptible. La publicación diferida de los textos en esta web —abierta— sólo lo compensa en parte, pero no es esa la razón principal para dejar de componerlos.

Sigo creyendo en la pertinencia de un formato narrativo que combine literatura y periodismo, o dicho de otro modo, de llevar la literatura a la prensa, ofreciendo dentro de ella relatos en los que, con el punto de partida de la actualidad, prevalezca la voluntad de expresión literaria sobre la opinión o la comunicación de noticias. Sin embargo, desde hace unos meses tenía la sensación de que este proyecto en particular, esta forma de hacerlo, había cerrado el arco de sus posibilidades y lo mejor era darlo por concluido, como testimonio de unos años concretos, y buscar nuevas formas y nuevos canales para dar salida a esa parte de mi vocación literaria.

Los textos de vidas.zip, gracias a la confianza de mis editores de Destino, se han recogido en once libros anuales en formato electrónico y en dos volúmenes en papel, Todo por amor y otros relatos criminales —una selección de las piezas con temática criminal— y Donde uno cae, que reúne todos los de los primeros diez años. Con los publicados en este último año y pico montaré un duodécimo libro electrónico, que junto al anterior, Hacernos adultos, trataré de llevar también al papel como suerte de apéndice, en el que quedará plasmada entre otras cosas, por coincidencia de fechas, la mirada de la serie sobre la pandemia, sus destrozos y sus aprendizajes.

Y con eso el viaje estará definitivamente concluido. Lo digo con razonable satisfacción y enorme gratitud: a quienes leyeron los textos en el periódico semana a semana, a quienes lo hicieron en esos libros electrónicos o este blog y a quienes llegaron al extremo generoso de adquirir y leer los libros en papel. También, y de manera destacada, a los compañeros y amigos de elmundo.es, que me han dado el espacio y me han acompañado durante todos estos años, y muy en especial a Fernando Baeta, que acogió en su día lo que podría haberle parecido una idea calenturienta y desechable, y a Yaiza Perera, que era la luz propicia encendida en esa redacción durante muchos fines de semana y quien acogía con mimo y cariño mis textos. Quiero dejar claro que no me ha echado nadie, que la decisión la he tomado yo, y sin el menor resquemor ni queja hacia ellos.

Los caminos del porvenir son inciertos. Quizá vuelvan a reunirnos. Gracias a todos.

vidas.zip
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