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18 febrero, 2023

Globos chinos

Tal vez lo último que pensaron los diseñadores del F-22 Raptor, el ultramoderno y carísimo caza de quinta generación estadounidense, fue que su primer derribo confirmado en acción real iba a ser un globo aerostático. Tantas horas empleadas en mejorar su maniobrabilidad, su invisibilidad, sus sofisticados sistemas de armas, para acabar disparando uno de sus misiles AIM-9X contra un níveo, lento y descomunal globo cautivo.

Por lo menos, cabe decir que el disparo fue un éxito total y que el enemigo quedó neutralizado por completo. No todos los que diseñan sistemas de armas complejos pueden presumir de que dan en el blanco. Véanse, sin ir más lejos, esos misiles que disparan los aviones de Putin desde Rusia y que todo lo que se puede garantizar es que le darán a la ciudad donde se encuentra el objetivo; si luego el pepinazo lo recibirá este, o un colegio o un bloque de pisos más o menos próximos, es ya otra cuestión.

Misiles y cazas aparte, la historia del globo chino que ha cruzado toda Norteamérica haciendo no se sabe aún qué, y de la que el derribo no pasa de ser el chusco epílogo, nos ha puesto sobre la mesa una certeza. Mientras los tontos miramos al dedo, es decir, a las mil historias nimias e innecesarias con las que nos tiramos de los pelos, China y quienes la gestionan, que de tontos tienen lo justo, no pierden de vista la Luna, o el globo en este caso. Esto es, lo que cuenta y les importa para acceder, más pronto que tarde, al estatus de primera potencia mundial.

Ahora resulta que este globo no es el primero, sino que ya lo han precedido varios en la travesía de Norteamérica; y que no es Estados Unidos el único territorio así sobrevolado, sino que al menos se los ha detectado sobre el espacio aéreo de otro medio centenar de Estados soberanos, o mejor dicho soberanos ma non troppo, que es lo que sucede cuando una superpotencia decide que algo de lo que hay en territorio de otro es de su interés.

También, aunque esto son aún especulaciones, nos dicen que estos aerostatos, supuestamente meteorológicos, llevarían a bordo avanzados sistemas de observación y de interceptación de comunicaciones. Vamos, que permitirían al Gobierno chino la realización desde el aire de multitud de tareas de espionaje.

Habrá que ver qué se confirma de todo esto, pero no parece incompatible con el tipo de acciones que China despliega en el mundo para aumentar su influencia y su poder. A diferencia de Estados Unidos, una superpotencia que invade países y se gasta billones de dólares en destructivas campañas que cuestan miles de vidas propias y ajenas y acaban con helicópteros despegando de azoteas, China recurre para expandir su poder a TikTok, a smartphones baratos y a las redes de 5G, sin olvidar la inversión en puertos o el regalo de infraestructuras a países pobres.

Lo que no quiere decir que se olviden del ángulo militar: ahí está su programa para construir una flota de superportaaviones o sus desarrollos en aviones de combate. Empezaron copiando a los rusos —y no sólo a ellos— pero ya los aventajan claramente: mientras que el equivalente ruso del F-22, el Su-57, no ha sido visto más que en ferias y apenas tiene ejemplares operativos, el caza invisible chino, el J-20, equipa ya varios escuadrones.

En tanto China da estos y muchos otros pasos para llevar a término su gran proyecto de largo plazo, en otras latitudes si acaso tenemos proyecto para llegar a fin de año o fin de mes, y las energías se van en arremeter unos contra los otros. Ya sea dándonos en la cresta con el Código penal, que así vamos poco a poco dejando hecho unos zorros, ya rebuscando en qué rincón del Medievo está la clave de nuestra identidad diferenciada para así dejar de remar con quienes remamos desde hace siglos.

Por poner sólo dos ejemplos. En fin, que no nos pase nada.

(Publicado en elespanol.com el 13 de febrero de 2022).

La regla de Píndaro
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