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4 mayo, 2025

La tragedia de la Dalia Negra

El 15 de enero de 1947, en un descampado próximo a una zona residencial de Los Ángeles, una mujer que pasaba por la acera empujando un cochecito de bebé encontró el cadáver seccionado y mutilado de Elizabeth Short, una joven venida de Medford, en el estado de Massachusetts. Tenía sólo 22 años. Por su cabello oscuro y su querencia por los vestidos de esa misma tonalidad, también por influjo de una película entonces recién estrenada, The Blue Dahlia con guion de Raymond Chandler—, recibió el apodo de la Dalia Negra, con el que pasaría a la historia de los crímenes nunca resueltos. Desde entonces, han sido muchas las teorías sobre la autoría de homicidio, que llegó a obsesionar a personajes como John Gilmore o David Lynch, que sirvió a James Ellroy como pie para saldar cuentas con sus fantasmas particulares y que acabaría incluyendo entre sus innumerables sospechosos al mismísimo Orson Welles.

A la fructífera industria montada en torno a la muerte de esa pobre chica de la costa Este —que acabó partida en dos a un tiro de piedra de Hollywood— nos acerca con oportuna acidez Beatriz García Guirado en su ensayo La chica muerta favorita de todos. Tras repasar los hechos conocidos en torno al crimen y a la vida de la víctima, y el caudal ingente de especulaciones más o menos delirantes producidas a propósito de ellos, la autora del ensayo, sin ser inmune a la curiosidad tortuosa que despiertan estas historias, nos invita a una reflexión de mayor calado.

Tiene que ver dicha reflexión con el propio genero del true crime y con el enjambre de detectives aficionados que atrae, a menudo en busca de pretextos para proyectar su ego, más que de la verdad y menos aún la justicia para las víctimas. De estas bien pueden llegar a olvidarse o a reducirlas a caricatura —en el caso de Short, la chica ligera de cascos que juega con fuego y se quema—, lo que redunda, a la postre, en la pérdida de la esencia de la historia tras la vana hojarasca de detalles sórdidos.

Por lo que a Short se refiere, viene a decir García Guirado, no sólo quedó el crimen impune, sino que la Dalia Negra opacó la verdadera tragedia que había detrás: la de una chica corriente que fue a parar a una ciudad reprimida y corrupta, donde eran legión los seres rotos y solos y los impostores curtidos en ocultar tras una fachada su auténtico ser, y que junto a ellos y a merced de ellos vio cómo su camino se truncaba, sin que a quienes se aplicaron a indagarlo —por lo general, hombres— les interesara otra cosa que convertirla en un argumento para su espectáculo particular. En fin, un bofetón en toda regla. Y qué bien dado.

(Publicado en diarios del Grupo Vocento el 22 de abril de 2025).

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