En tierra extraña, en tierra propia

  1. El resumen del editor

    Toda narración es, ante todo, un viaje en el tiempo. El narrador espera que los demás le presten el tiempo que necesita para hilar su cuento de principio a fin, y también, aunque esto resulte casi insolente, que quien le atiende llegue a creer que en ese lapso no transcurre su propia vida, sino la historia que le están contando.

    Quizá porque eso, entregarle a otro tu tiempo, dejarle que suplante el tuyo con el suyo, nos resulta tan excepcional y llamativo, tendemos a reparar menos en el otro viaje simultáneo que se produce a través de la narración: el que nos lleva al espacio imaginario (ya sea fruto de la fantasía o de la recreación más o menos fiel de un espacio real) en que el narrador sitúa los avatares de su relato.

    Pero este viaje es siempre ineludible. Salvo alguna rara excepción, que aun podríamos discutir, todas las historias suceden en alguna parte. Muchas tienen, incluso, como esencia, el recorrido por el espacio (todas las de viajes, en sus múltiples formas: itinerante o viajera es la Odisea, como el Quijote, y como otras muchas de las grandes obras de la literatura universal). Y los espacios literarios (pocas cosas puedo asegurar, pero ésta la aseguro) jamás se improvisan. Uno inventa o reconstruye el territorio de sus narraciones, dependiendo de su filiación más o menos realista, pero nunca lo hace de forma casual. Lo mismo si se toma el cuidado de describirlo minuciosamente al lector como si se limita a darle indicaciones sucintas.

    También puede afirmarse que todo escritor, incluso el más fantástico, refleja en sus territorios literarios la huella de los territorios vitales de los que como persona ha tenido experiencia. El ejemplo más significativo y asombroso que conozco es el de Franz Kafka. Cuando lo leía de joven, me parecía que era un tipo con una imaginación sobreabundante y en cierto sentido caprichosa. Cuando vi por primera vez Praga, descubrí que era un escritor naturalista. Se había limitado a describir su ciudad, su barrio. Lo que ocurría era que había tenido la suerte (?) de nacer y vivir en una ciudad casi irreal.

    La conciencia que uno tiene del territorio se forja, casi irremediablemente, en torno a la dicotomía propio/extraño. Nacemos y vivimos en un sitio, o en varios, a los que asimilamos una sensación de familiaridad superior a la de otros y a los que, queramos o no, terminamos por encomendar una parte de la definición de nuestra identidad (esa parte es mayor o menor dependiendo del carácter de cada uno, y puede llegar a ser patológica, como bien sabemos, cuando el hecho de la pertenencia o no a un determinado territorio se toma como herramienta de exclusión y presupuesto de rechazo violento). Pero a la vez todos tenemos conocimiento de otros territorios, en los que somos extranjeros, y que nos proporcionan sensaciones de semejante intensidad aunque de diferente cariz.

    Es intenso sentir que uno pertenece a un lugar. Es intenso sentir que un lugar es extraño.Y la intensidad tiene su importancia. Sólo con ella se puede, y seguramente se debe, hacer literatura.

    La literatura es el dominio de la memoria, por un lado, y del descubrimiento y la aventura, por otro. Al primero corresponde la evocación de la tierra propia, en la distancia o la proximidad. Al segundo, el afán de indagar la tierra extraña. Con esas dos vocaciones, y con los sentimientos que suscitan, se han alumbrado muchas páginas y se han contado muchas historias.Todas, diría.

    En mi experiencia literaria coexisten ambos impulsos. He escrito sobre y en mi tierra propia: Madrid, donde nací, y Getafe, donde vivo. Varias novelas he situado en cada una de ellas de forma esencial, haciendo del paisaje, incluso, una pieza constitutiva de la intención de la historia. Pero también he escrito una y otra vez sobre y en tierras extrañas: Nueva York, el Rif, Escocia, Polonia, Rusia…

    Desde esa experiencia puedo constatar que las tierras extrañas, cuando las cuentas (quizá porque contar es en cierto modo recordar) las adoptas, y dejan de ser algo ajeno. Contar el mundo es apropiárselo.Y creo que dejárselo contar tiene el mismo resultado.

    Viajar y relatarlo, o que otros nos relaten sus trayectos, nos ayuda, en fin, a sentirnos como lo que en el fondo somos. Habitantes de un espacio común que es la casa de todos. Una casa extraña en todos sus rincones, hasta los más familiares (porque al final todo está lleno de dioses, como dijera Tales de Mileto), y propia también en todos, incluso los más lejanos y dispares del que nos vio nacer.

    Los textos que reúne este libro son el fruto de años de viajar y escribir. Algunos son inéditos, o vieron antes la luz en alguna publicación de circulación restringida. Otros pudieron leerse en medios de más difusión (los suplementos Siete Leguas y Magazine, del diario El Mundo, merced a la hospitalidad de Fernando Baeta, Miguel Ángel Mellado y Agustín Pery, o El Semanal, gracias a la invitación de Mar Cohnen y Uxúa Mena). Quien los escribió celebra verlos reunidos y agradece al editor que les haya dado la oportunidad de llegar como libro a los lectores. Lo que hemos visto explica lo que somos. De la suma de los pasos, unos voluntarios, otros fruto del azar o la obligación, termina por hacerse el mapa diverso de esa patria personal, sin bandera ni pasaporte, que cada uno lleva dentro.

    Los viajes

    El libro reúne apuntes de dieciséis viajes. He aquí la lista:

    El alma de las Highlands.
    Praga, la vieja hechicera.
    Lisboa, paisajes después del incendio.
    Al azar de Venecia.
    Visby, restos de un esplendor medieval.
    Ré, la isla tranquila.
    Varsovia, la ciudad invisible.
    Moscú, suma de utopías.
    Beirut, Baalbek y la ciudad de los sueños.
    Marruecos: las ciudades de los españoles.
    Un viaje a Sidi-Dris.
    Fez de los desterrados.
    Un bisnieto en Manila.
    Nueva York-Buffalo. El viaje de Noodles.
    Santiago, gris y alegre.
    Un viaje a Atocha.

  2. La cal de la crítica...

    Nada por ahora…

  3. ...y la arena

    Por ahora, tampoco tengo malas críticas.

  4. Comentarios

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