No son muchos, pero son. Amigos que siguen ahí, más allá de donde el resto suele desfallecer.
En estos días se me han juntado dos ejemplos. He aquí el primero:
Trescientos mil kilómetros juntos. Algo más de tres cuartas partes del camino de aquí a la Luna, que se dice pronto. Y andando como el primer día. Hay quien no entiende que uno siga utilizando un coche tantos años después. No han tenido nunca, seguramente, un amigo así.
He aquí el segundo ejemplo:
Veintiún años reeditándose y llegando a nuevos lectores. Tendiendo con ellos, en muchos casos, el primer puente, preludio o no de otros. En este caso, tras el milagro, porque lo es, hay otros fieles amigos: los profesores que lo recomiendan y los chavales que en dos décadas lo han hecho suyo.
Gracias a todos. Lo hacemos poco, dar las gracias. Deberíamos hacerlo más. Todo el tiempo.
