Me acabo de enterar. Se acaba de apagar la mirada que hay detrás de esta foto. La de Ana Portnoy, una fotógrafa que nos hacía parecer a todos mejores, más felices, más capaces de dar felicidad a los otros. Lo hizo con Andreu Martín, Juan Madrid y un servidor en la foto que abre esta entrada. Pero también en la siguiente, donde aparecemos Noemí Trujillo y yo, y en la sonrisa de Noemí, Núria, la hija de ambos, que llevaba ya dentro.
O en esta tercera, que no había circulado antes, y que difundo ahora porque mi hijo Pablo ya no es menor de edad y no será fácil asociar su aspecto actual con el del niño que me acompaña en la imagen.
Las tres están tomadas a la puerta de la mítica librería Negra y Criminal, en la calle de la Sal de Barcelona, lo que despierta el recuerdo de otro amigo que se fue, el librero Paco Camarasa. Recuerdo en esta hora tus ojos claros, Ana, tu sonrisa cálida que hacía sonreír. Qué primavera más puñetera.
Por suerte, dejas lo que viste, y cómo lo veías. Un regalo imperecedero que nos acompañará y te agradeceremos siempre, amiga.
