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1 abril, 2018

Carta a un juez alemán (vidas.zip en @elmundo.es 1-4-18)

Le toca decidir sobre la entrega de un hombre a la justicia de otro Estado miembro de la Unión Europea. Que dicho Estado haya sido admitido en ese exigente club no ha sido por azar o porque le hayan hecho un favor, sino porque ha asumido, para empezar, un acervo legislativo que preserva -siempre de forma mejorable, el sistema ideal no existe- la democracia y los derechos humanos. Van a contarle muchas cosas, pero hay otras que se van a cuidar de poner en su conocimiento. Este es un modesto intento de poner sobre la mesa lo que le omitirán.

Le contarán que este hombre es un perseguido político, tras celebrar una consulta democrática legítima que fue reprimida con violencia por un Estado tributario de una dictadura que no se ha desembarazado de sus tics autoritarios. Es cierto que la transición que condujo de la autocracia a la democracia se hizo sin ruptura, que el jefe del Estado es el heredero del designado por el dictador y que en la desvinculación y condena sin fisuras de un régimen fundado sobre un golpe militar que practicó la persecución y el exterminio de sus adversarios queda aún algún que otro paso por dar. Todo lo demás es muy discutible.

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