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25 agosto, 2018

Cayendo en el Valle @el espanolcom

 

 

Acabamos de caer en la cuenta de que tenemos sepultado con todos los honores, en un monumento megalómano costeado y mantenido con los recursos de todos, a alguien poco ejemplar, enemigo feroz de una amplia porción de su propio pueblo y durante cuatro décadas gobernante ilegítimo y repulsivo a nuestros valores constitucionales, anteriores y posteriores a él —lo que los griegos llamaban tyrannos, vocablo que también quiere decir usurpador—. Lleva ahí casi cuarenta y tres años, pero nos había pasado inadvertido hasta ahora y es menester sacarlo a toda prisa y modificando por vía de urgencia las leyes vigentes.

Todo un síntoma de lo que hemos sido, de lo que somos, de lo que muchos esperamos que algún día podamos dejar de ser. Una derecha incapaz de meterle tajo pleno al cordón umbilical que aún la une con un personaje anacrónico ya en vida, y que hoy resulta contraproducente y no puede generar futuro alguno. Una izquierda que no ha sabido abordar la debida reparación de las injusticias históricas en tiempo y forma, es decir, pasado un lapso prudencial, pero no excesivo, y señalando a la derecha, por la vía de la persuasión y el consenso razonable, el absurdo democrático de cualquier aspaviento favorable al dictador. La una vuelve a tratar de pescar votos defendiendo de modo oblicuo y vergonzante su legado. La otra los busca en una exhumación a trompicones por la vía del decreto-ley que iguala a la momia a quien va aún vivo en una UVI móvil camino del quirófano.

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