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23 septiembre, 2018

El depredador cazado (vidas.zip @elmundoes )

 

 

Todo depredador suele actuar con ventaja sobre su presa. O es más fino de vista y olfato, o es más fuerte, o es más rápido, o es más astuto que ella. O todo a la vez. Depredar exige, por otra parte, trabajo, dedicación y afán. Estar siempre alerta. Mantener siempre viva el hambre de acechar, encontrar y cazar algo. Pero a la hora de la verdad, cuando el depredador se encuentra cara a cara con su víctima, en el mismo palmo de terreno, la historia ya está escrita de antemano y sólo se salda de una manera.

Hasta que el depredador, por un mal paso, cruza su camino con el de alguien que está preparado, pertrechado y dispuesto para cazarlo a él. En esa coyuntura, su hábito de ser superior lo expone de un modo clamoroso a acabar convertido en el trofeo de otro. Su costumbre de no adoptar otras precauciones que las necesarias para sorprender a un adversario inerme lo entrega a quien lo pone en su mira, y su historial repleto de victorias no conoce otro desenlace que la derrota más total y ominosa.

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