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11 diciembre, 2022

Desconcierto paternofilial

Todos somos hijos, algunos somos padres, y a todos nos conviene, sea cual sea nuestro caso, entender los mecanismos de una saludable relación paternofilial, en una época en la que los viejos modelos han caducado estrepitosamente. Del padre cargado de autoridad y la madre que lo daba todo, estereotipos sin duda cuestionables y que han traído no poca infelicidad a quienes los padecieron o los encarnaron, hemos pasado al padre destituido de su poder y a la madre que no tiene más remedio que medir su entrega, despojados ambos de su aura de antaño. No son más dichosos que sus predecesores, pero tampoco parece que los hijos de esta nueva paternidad sean menos desdichados que los de la anterior. Pueden sentirse más sueltos, incluso más empoderados para pedirles cuentas a sus mayores; pero ni lo uno ni lo otro les sirve, en fin, para vivir más satisfechos.

Las tensiones que siempre existieron entre generaciones adoptan nuevas formas: los jóvenes recriminan a los mayores su insolvencia para crear las condiciones de su bienestar futuro, o lo que es lo mismo, para traspasarles en condiciones este mundo al que no pidieron venir; los mayores, por su parte, se quejan de la falta de respeto, la propensión al agravio y la poca capacidad de sufrir de las nuevas generaciones, muy espabiladas para lo suyo, pero con poco fuste para la adversidad. Conviene señalar que, mal que pese a unos y a otros, todos estamos en deuda con quienes nos precedieron, por torpes que fueran, y todos estamos condenados a confiar en quienes vendrán después, porque ellos van a conformar el mundo del que nos tocará despedirnos.

En medio del desconcierto, hay unas pocas miradas que arrojan algo de luz y, sobre todo, ofrecen pistas útiles acerca de cómo encarar la redefinición, a menudo traumática, de los roles de padres e hijos. Por ejemplo, la del italiano Massimo Recalcati, que en su libro El secreto del hijo suministra pautas para que las relaciones paternofiliales sean menos destructivas, dejándole al hijo su secreto, su ser propio, del que deriva la elección de su camino.

«Contra la ideología del diálogo y la empatía —escribe— se hace imprescindible recordar la necesidad de custodiar ese secreto. Eso significa saber dejar que se marche y estar siempre listos para acogerlo a su regreso». Un regreso a la casa del padre que siempre se produce, de un modo u otro. Lo que encontramos al término de nuestro viaje, advierte Recalcati, «lleva rastros de nuestra primera lengua». Por más que el hijo quiera negarlo, sólo cabe transformarse, al final, «en lo que siempre se ha sido».

(Publicado en diarios del Grupo Vocento el 6 de diciembre de 2022).

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