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31 marzo, 2020

Diario de la alarma – Día 16

Semanas dando la cara

30 de marzo – El docto Simón

Hoy, por primera vez en muchos días, el responsable de alertas sanitarias del Ministerio de Sanidad, el doctor Simón, no ha comparecido en rueda de prensa. Se ha confirmado que ha caído víctima del coronavirus. No es descartable que haya por ahí alguien que secreta o abiertamente lo celebre: en una sociedad intoxicada por el virus de la confrontación, para el que no se vislumbra vacuna ni cura, que el hombre que dijo que España sólo registraría unos pocos casos sea uno más de la lista de contagiados es algo que no dejará de alborozar a alguno.

Y sin embargo, quizá sea el momento de valorar y agradecer su labor. Le ha tocado ocupar el puesto más feo en el momento más feo. Ha intentado denodadamente acertar, a partir de un conocimiento científico complejo, que no sólo se refiere al comportamiento de un virus nuevo sobre el que apenas había experiencia clínica, sino también a las variables de todo tipo que permiten realizar un análisis coste/beneficio para no tomar medidas que resulten más perniciosas que el remedio que se pretende; y lo ha hecho siendo consciente de que sus decisiones podían tener efectos demoledores sobre una realidad socioeconómica, política y humana más compleja aún. Ha ido decantando su criterio a partir de lo aprendido a lo largo de décadas de formación, situado en el ojo del huracán y sometido a un cúmulo de presiones: el gobierno, la oposición, los medios, la opinión pública. Se puede decir ya a estas alturas que ha cometido errores notorios, como no haber instado medidas más enérgicas a finales de febrero o principios de marzo, y sobre todo, no oponerse a que el segundo fin de semana de ese mes se realizaran actividades multitudinarias. Hay quien se jacta de haberlo visto clarísimo entonces, pero la certeza absoluta del error sólo la ha traído el paso del tiempo.

Se puede especular sobre los motivos que condujeron a un profesional tan experimentado a no ser más firme, y quizá ese sea el reparo mayor que habrá de arrostrar en el futuro; aunque nunca sabremos cuál fue su motivación profunda, y presumir que fue permeable a directrices políticas es cuando menos osado. Por otro lado, sólo con sus predicciones no iba a ser capaz de paliar la insuficiencia clamorosa de recursos de nuestro sistema para afrontar una pandemia como la que nos ocupa; tan sólo estaba en su mano modular la magnitud del desastre, y según un estudio que acaba de hacer público el Imperial College de Londres, no lo ha hecho tan rematadamente mal: las medidas tomadas por España, calcula esta prestigiosa institución, han salvado al menos 16.000 vidas, en una horquilla que podría llegar hasta el doble de esa cantidad. Veremos qué consiguen otros.

Este hombre, al que todo el mundo alababa hace dos meses, contra el que casi todo el mundo ha despotricado desde hace dos semanas, se especializó en Londres, entre otros lugares, también ha estado a pie de obra luchando contra el SIDA en África y, salvo alguna ligereza disculpable por la presión, ha demostrado serenidad y entereza. No ha abandonado su puesto y ha acabado cayendo víctima de la amenaza que trataba de combatir. Su actuación está expuesta, cómo no, al escrutinio y la crítica, pero merece cuando menos un respeto, y personalmente me cuesta mucho aceptar que puedan desdeñarlo tan olímpicamente quienes no han estado en la brecha como él y quienes hacen análisis desde casa sin más formación ni experiencia que un cursillo acelerado de virología y epidemiología a base de hilos de Twitter.

Yo, por lo menos, me abstendré de permitirme semejante exceso. Y le deseo que se recupere pronto y la enfermedad le sea leve, y podamos contar de nuevo con su experiencia, que ahora es mayor y más escarmentada y, por eso mismo, mejor. No garantizará nunca un buen experto el acierto en la toma de decisiones, que al final corresponde al gobierno, pero contribuirá a que sea menos descaminada.

Del encierro hoy hay poco que contar. Núria y yo nos hemos dedicado a las Ciencias Naturales, y hemos plantado un garbanzo en un vaso entre dos trozos de algodón. Está impaciente por ver los efectos, ya le hemos dicho que tendrá que esperar un poco. El día se ha puesto gris y frío, y aunque parece que la curva de contagios empieza a bajar —ya estamos en tasas de multiplicación de contagios cada tres días de 1,5 en el conjunto del país y de 1,3 en Madrid— escuchar las noticias de las UCI ya colapsadas, de las personas a las que no se puede atender o del funcionamiento mejorable del voluntarista hospital de IFEMA no ayuda a levantar el ánimo. Hay ahora quien dice desde la profesión médica que ese hospital sin medios ni organización suficiente, que drena recursos de la atención primaria, puede ser más dañino que beneficioso. No lo sé, me toca reconocer mi ignorancia, la ignorancia que en estos días a todos nos lleva a subirnos a veces a trenes que no llevan a donde deberíamos ir y a dejar pasar alguno que conduce al destino.

Pese a todo, se intenta mantener la moral alta: hoy hemos tenido videoconferencia con los abuelos. Su alegría al ver a su nieta es la mejor medida de la resistencia. Merece la pena luchar por ella, con todos los errores que, también desde casa, podamos cometer.

Actualidad, Diario de la alarma
About Lorenzo Silva
5 Comentarios
  1. Gracias por estas reflexiones y por su generosidad con el regalo que nos ha hecho en el XLsemanal. Mucho ánimo de una lectora agradecida.

  2. Gracias por esta reflexión tan sensata y por su generosidad, por el regalo que nos ha hecho en el XLsemanal. Mucho ánimo de una lectora agradecida.

  3. Gracias Lorenzo doblemente, por este blog-libro «Diario de alarma», del que cada día pones ante nuestros ojos un nuevo capítulo, con reflexiones acertadas, según mi entender. Libro que ojalá nunca hubiese sido necesario escribir.
    -me permito introducir un comentario a cerca de lo que algunos están diciendo, que me duele, porque la veo ineresada: achacan la expansión del virus al haber permitido las concentraciones del 8M, están obviando que días antes y después, miles de personas acudían a sus trabajos en los transportes públicos. También habría que haberlo paralizado, y que habrían dicho?

    Y gracias por este otro regalo que nos haces a través de XLSemanal. Lo leeré seguido, haciendo un impas en la lectura de otro libro tuyo de la serie «Bevilacqua y Chamorro».
    Pablo Esteban

    • Desde luego, Pablo, esos trenes de cercanías y metros atestados ya se han aludido en el diario. Pero sumarles actos multitudinarios, no sólo el 8M, contraproducente fue.

  4. Muchísimas gracias por la serenidad, objetividad y ecuanimidad de tus reflexiones, que nos animan y ayudan a hacer un esfuerzo para introducir calma en nuestras apreciaciones, en unos momentos en los que tan fácil resulta reaccionar primariamente cuando observas como andan al acecho tantos interesados en aprovechar la situación para fines ajenos a este problema.

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