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17 marzo, 2020

Diario de la alarma – Día 2

Llueve fuera

16 de marzo – Malos tiempos para ser tótem

El mundo empieza a verle las orejas al lobo. A italianos y españoles nos cabe el honor de mostrárselo con nuestros hospitales saturados y nuestros sanitarios exhaustos. Esto no es una simple gripe, principalmente por el sigilo con el que personas a las que el virus apenas afecta contagian a las que pueden verse seriamente comprometidas en su supervivencia por su acción. Es de esperar que a estas alturas los mas jóvenes y fuertes hayan comprendido que no tienen que aislarse de una enfermedad porque pueda dañarlos, sino que tienen que aislarse para evitar ser ellos el arma que dañe al prójimo vulnerable. Alterum non laedere, que decían los romanos: no dañes a otro si buenamente lo puedes evitar.

Los que hasta anteayer mismo minimizaban el asunto, cono el inefable Donald Trump, empiezan a ponerse serios y a comparecer rodeados de pasmarotes uniformados y muy apiñados: ya se entiende que es la escenografía habitual frente a las crisis en ese país, pero podrían distanciarse un poco en esta ocasión. Hay todavía algún que otro insensato, como los presidentes mexicano y brasileño, dándose baños de masas para hacer frente a la crisis. Ya aprenderán.

Europa cierra las fronteras, también España. El pobre Quim Torra seguramente sigue sin entender que el Gobierno de España no le conceda la independencia de facto blindando Cataluña a la entrada de españoles, especialmente de la UME. No digamos ya si alguien le da el disgusto de enviar paracaidistas o legionarios (y si hacen falta, habrá que dárselo, sin complejos: la vida y la salud de los catalanes vale mucho más que sus aspavientos xenófobos). Que alguien le explique, por favor, que los españoles estamos confinados todos, salvo para lo imprescindible, y que esto, ya que todos hemos fallado en las primeras semanas, también él, no se corta ahora separando entre españoles, sino remando todos a una en el único barco que tenemos, que es España, con el apoyo remoto y dudoso de Europa y el más remoto pero quizá menos dudoso de China, con las mascarillas y médicos inmunizados que parece que podría enviarnos para paliar nuestras escaseces.

Entre tanto, emergen ciertas dudas respecto de la solvencia de nuestras autoridades sanitarias. El ministro Illa y el doctor Simón, que tan lúcidos nos parecían a todos cuando esto era poca cosa —mea culpa también—, no parecen tan sólidos frente al tsunami, que es lo que ahora tenemos encima. Al ministro se le ve dubitativo, a fin de cuentas su experiencia previa en Sanidad es cero; a Simón a ratos como ido, a ratos apagado, a ratos extrañamente indiferente. No puede uno no pensar que para que el PSC tuviera su cuota en el Gobierno se desplazó a una muy capacitada y prudente ministra de Sanidad, que además era médico y tenía experiencia en gestión sanitaria. Y en cuanto al doctor Simón, hay quien dice ya, desde la propia profesión médica, que cuando un cirujano falla en el quirófano se busca a otro. En todo caso, son quienes están ahora mismo al timón, y pueden haber errado, pero no son dos clamorosos incompetentes. Mientras no se los reemplace, hay que seguir sus indicaciones, y confiar en que acierten.

Si estos dos tótems recientes se resquebrajan, uno de antiguo culto se viene abajo de la manera más estrepitosa: el rey actual no sólo renuncia a la herencia del anterior y le despoja de la asignación que percibía con cargo al erario, sino que poco menos que lo arroja al purgatorio. Lee uno en estos días a inveterados turiferarios del Juan Carlos I cortando amarras a toda prisa y con serrucho. Se va a quedar más solo que Woody Allen o Plácido Domingo. Está bien no haber sido nunca su turiferario, ni de nadie. Cuesta demostrar que la misma persona justificaba antes los mayores ditirambos y hoy los peores epítetos. Cuesta explicar que uno estaba tan ciego como para que le engañaran tanto. En todo caso, corren malos tiempos para los tótems, mejor no haber sido ni ser nunca uno.

Y mientras esto pasa fuera, en el mundo, al otro lado de la ventana llueve. Seguimos con nuestras rutinas, hoy mi mujer ha ido al Mercadona, dice que prefiere ir ella, que parece que a las mujeres afecta menos, y se ha encontrado a la policía en la puerta. Hemos podido reponer víveres, y aunque en los primeros días no hicimos un acaparamiento demente, tampoco tenemos la despensa vacía y hay papel higiénico en los tres baños. También dos hermosísimos bidés, por cierto.

Núria acomete con buen ánimo sus tareas escolares, ayer nos calzamos juntos cuatro fichas de mates, aunque al final ya le costaba hacer los números y lo dejamos. A los adolescentes, la que está en casa y los dos que están en la de su madre, se les empieza a hacer algo aburrido el encierro. Pero los tres entienden que han de mantenerlo, aunque el virus no los amenace como a los mayores. Son las torres más altas las que caen, pero bien está que las que miran la vida desde menor altura se conciencien, sirva para eso este trance, de que todos somos uno.

Actualidad, Diario de la alarma
About Lorenzo Silva
Un Comentario
  1. Un fuerte abrazo. Aquí en casa lo mismo, deberes, planificar quién va al Super, yo esperando que algún alumno-a me pregunte dudas (¡los echo de menos, y mira que me dan disgustos!)… Y con respecto a los ídolos… Desde pequeñitos necesitamos ídolos… La madurez es superar esa necesidad…

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