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22 abril, 2020

Diario de la alarma – Día 38

What’s behind me, it’s not important

21 de abril – Italian driving

La escena es el momento más memorable de la película The Gumball Rally, título traducido entre nosotros como Locos al volante, una comedia dirigida por Charles Ball en 1976. Uno de los participantes en una carrera ilegal, Franco, un piloto italiano interpretado por Raúl Juliá, se pone al volante de un descapotable rojo y le explica a su copiloto norteamericano la que según él es the first rule of Italian driving —o lo que es lo mismo, la primera regla de la conducción italiana—: What’s behind me it’s not important. «Lo que está detrás de mí no es importante». Y para hacerlo patente, le arranca al descapotable el retrovisor adosado al parabrisas y lo arroja con desdén a su espalda por encima de su hombro. Entonces arranca.

La imagen siempre me ha parecido una buena metáfora de una actitud que comparto, cada vez más a medida que cumplo años: lo que ha quedado atrás no debe atenderse ni invocarse en demasía, salvo para aquello en lo que pueda ser constructivo de cara al presente y al futuro hacerlo. Me sublevo, por tanto, contra quienes se empeñan en regodearse en pasadas amarguras y descalabros del ayer, y más aún contra quienes lo hacen con el ánimo de arrastrarte al pozo de tristeza, resentimiento o desesperanza en el que parece complacerles vivir.

Quizá paradójicamente, recupero esta película y esta idea un 21 de abril, después de acordarme, porque así me lo avisa a primera hora de la mañana un estimado lector y corresponsal, Joaquín, de que hoy es el 71º aniversario del fusilamiento en el Camp de la Bota de Barcelona del general de la Guardia Civil José Aranguren Roldán, cuya vida —y muerte— reconstruí en un libro que se titula Recordarán tu nombre. Cuando salió el libro algunos me acusaron de querer remover antiguas heridas, en concreto las de la guerra civil, en cuyo inicio tuvo Aranguren un papel destacado —contribuyendo de manera decisiva a hacer fracasar el golpe en Barcelona— y a cuyo término fue sometido a consejo de guerra sumarísimo y ejecutado por los vencedores. Con el beneplácito directo y expeditivo de Franco, que le conocía personalmente y no poco, lo que le dio al hecho un cariz especial.

Ante aquellas críticas dije lo que reitero ahora: no pretendía abrir ninguna causa contra un muerto —he estudiado derecho penal y ya sé que la muerte del imputado extingue la responsabilidad criminal—; al revés, pretendía reivindicar la dignidad y el honor, el valor moral de un hombre que oficialmente, en la España de 2020, sigue siendo un delincuente amnistiado, cuando no infringió ley alguna, se atuvo a su deber y fue condenado en un proceso infame y sin garantías. Poner de relieve las taras de ese proceso y de la justicia de los vencedores era necesario —y a tal efecto me estudié los autos correspondientes— para limpiar la memoria de un hombre que, lejos de ser un criminal, fue un ejemplo de integridad y de humanidad en tiempos de oscuridad y barbarie; era esto, su condición ejemplar y como tal alentadora, lo que por encima de todo me interesaba que se recordara.

Quizá cuando recordemos estos días que vivimos, y se depuren en su caso en los tribunales las responsabilidades a las que haya lugar, importe sobre todo guardar para el futuro el ejemplo de quienes fueron dignos, generosos y humanos; en lugar de empozarnos, como solemos, en el reproche y el rencor. No se trata de blanquear o minimizar irresponsabilidades o negligencias, y menos aún los errores dolosos; sino de no poner ese ahínco que a veces nos sale a la hora de condenar, sobre todo y con el menor pretexto, a aquellos que no forman parte de nuestra cofradía. Lo que necesitamos, ante todo, es amortiguar el golpe que hemos recibido y encontrar la manera de no volver a hacerlo todo tan mal como lo hemos hecho esta vez.

Hablando de generales de la Guardia Civil, hoy se ha explicado el que metió la pata el otro día en rueda de prensa. Ha dicho que en ningún caso el cuerpo al que pertenece controla ni controlaría la crítica política, que sólo se ocupaba de estar atentos a las informaciones falsas que pudieran buscar desestabilizar. Ha trascendido, en estos tiempos todo trasciende, el correo electrónico que mandó a las comandancias, en el que se habla de estar vigilantes ante quienes promueven «la desafección a las instituciones del Gobierno». Expresión desafortunada, sin duda, porque en una democracia avanzada la desafección al gobierno no sólo es legítima, sino además necesaria, tanto como su expresión libre, para que el gobierno no evolucione hacia el autoritarismo y de ahí a cosas aún peores.

La expresión pone de manifiesto lo importante que es, incluso cuando uno anda apurado, sobre todo cuando uno anda apurado, haber adquirido un buen dominio del léxico. La instrucción sería irreprochable si en lugar de desafección dijera resistencia u obstrucción, y en lugar de Gobierno dijera Estado. Para evitar los actos contrarios al ejercicio por parte de las instituciones del Estado de sus legítimas competencias en beneficio de la salud y la seguridad de los ciudadanos sí está la Guardia Civil. Para contrarrestar la desafección al gobierno, que se fajen sus portavoces y en su caso los de los grupos parlamentarios que lo apoyan.

Y quizá, disipado el equívoco y aclarado el resbalón léxico, convenga dejar estar aquí el asunto, que lleva a sembrar dudas injustas sobre la actuación de unos servidores públicos que están dando el callo como suelen cuando se les necesita.

En otro orden de cosas, el gobierno se ha decidido a bajar, al fin, el IVA a los libros electrónicos. No se comprendía muy bien que se penalizara con un tipo superior el libro digital, para estimular la piratería y menoscabar su comercio legal y por tanto la retribución de autores y editores. Hubo un tiempo en el que había normas europeas de armonización de la imposición indirecta que impedían rebajarlo; hace tiempo que ese escollo desapareció pero incomprensiblemente se mantenía la penalización, quizá porque recaudar tenía más interés para los sucesivos gobiernos que promover la circulación regular de estos productos culturales. Que haya hecho falta una pandemia para que esto se rectifique da para enfadarse y para estar, como afectado, un poco resentido. Pero aplicaremos una vez más la primera regla de la conducción italiana y no le daremos más importancia.

Olvido piadoso es también lo mejor que podemos darle a la ocurrencia de hoy del Gobierno, de permitir la salida de menores de 14 años de sus casas para ir al banco o al supermercado; cuando se lo he dicho a Núria casi se ha puesto a llorar. Que a ella no le gusta ir al Mercadona, dice, y en cuanto al banco, al que nunca ha ido ni nos ha visto ir, simplemente no comprende qué se le ha perdido allí. Uno imagina que la idea tenía que ver con la posibilidad de controlar que la gente no usa a los niños como pretexto para salir de paseo, del modo en que mi vecina usa a su Yorkshire para salir a fumar por la calle; pero llevar a los niños a lugares que no sólo detestan, sino que pueden ser un foco de contagio, tiene tan poca lógica sanitaria y humanitaria que sólo podían rectificar. Teme uno que los paseos cortos que van a autorizarse sean el nuevo coladero para irresponsables, que las calles se verán mucho más concurridas, a todas horas, y que eso puede ayudar al rebrote. Tienen quienes nos gobiernan cuatro días para ingeniar el modo de contenerlo.

En fin, seguiremos mirando adelante, aunque lo ponen difícil. Por las muchas cosas que no se han hecho como deberían, por las incertidumbres y las zozobras respecto del futuro, algunas estremecedoras. No sabemos la gente que ya se ha infectado ni la que puede infectar (se); y tardaremos ocho semanas aún en tener ese estudio serológico urgente. Lo que se haga sin tenerlo, me dice uno de mis amigos médicos, ya sea desconfinamiento, desescalada o simples medidas de alivio del encierro, se hará a ciegas. Ay, qué desprevenidos nos ha pillado todo esto.

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About Lorenzo Silva
Un Comentario
  1. Totalmente desprevenido, yo ayer fui a trabajar , tuve que firmar para una mascarilla y unos guantes. El gel había desaparecido junto con el alcohol …los fuerte es que mi lugar de trabajo es un juzgado .

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