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9 marzo, 2022

El efecto del alacrán

«Hasta que sucedió lo que no se piensa casi nunca. Que ese algo que configura el armazón de la fe, la parte material del mito, se derrumbe de golpe. Y que todo lo que había alrededor deba acomodarse a lo que queda, a la nada». La cita pertenece a un relato de la autora uruguaya Armonía Somers (1914-1994), La calle del viento norte, y no describe nada mal lo que ha sucedido con la ensoñación en la que vivíamos sumidos los europeos del siglo XXI: la de habitar un continente en paz donde no podían repetirse los desastres del siglo anterior. Sólo podían suceder en otra parte, en los desiertos y montañas que se hallan a miles de kilómetros y a donde de vez en cuando van nuestros soldados, pero no nosotros, la gente común, a aspirar el olor a pólvora.

Ahora vemos cómo un civil se despide de su hija de corta edad porque lo han movilizado para contribuir a la desesperada defensa de su país contra una invasión. Cómo una maestra llora mientras empuña un AK-47 para enfrentarse a los comandos chechenos y los pavorosos lanzacohetes incendiarios TOS-1 que el enemigo despliega en torno a Kiev para doblegarla. Dicho de otro modo: cómo ahí al lado la guerra irrumpe en la vida de la gente común y la desbarata, al tiempo que hace añicos nuestra creencia de que algo tan atroz no podía volver a sucedernos.

A esa seguridad reducida a la nada hemos de acomodarnos ahora, y Alemania ya ha anunciado que va a destinar cien mil millones de euros a rearmarse. Escribió Armonía Somers otro cuento que se titula Muerte por alacrán, en el que el miedo que le produce al sirviente de un hogar acomodado la amenaza de un alacrán le lleva a registrar toda la casa. Removiendo sus cajones, mirando debajo de todas las camas, saca a la luz, como al paso, buena parte de los secretos y las miserias inconfesables que él mismo y sus señores ocultan. El alacrán, que unos camioneros rencorosos dicen haber deslizado en medio de la carga de leña que acaban de entregar, obra así como revelador de la red de mentiras y espejismos en la que viven inmersos aquellos para quienes representa una amenaza.

Vladimir Putin, empujado por su escozor imperial, ha deslizado en la casa de los europeos que quieren ser libres un alacrán gigante que no nos deja otra que examinar la consistencia y el temple de nuestras convicciones. El cuento de Armonía Somers termina con un giro inesperado que no revelaremos al posible lector. Nuestra esperanza de que también aquí lo haya se apoya, sobre todo, en el coraje de esos ucranianos de a pie que defienden hoy los valores de Europa.

(Publicado en diarios del Grupo Vocento el 1 de marzo de 2022).

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