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23 enero, 2022

El peón Djokovic

Hay una manera de interpretar lo de la deportación de Novak Djokovic que le viene sugerida a un servidor por la lectura de uno de los libros más sobresalientes publicados en España desde que nos acompaña el virus. Se titula El peón, lo firma el joven autor valenciano Paco Cerdà y entre otras cosas sustanciosas cuenta el encuentro que tuvo lugar en Estocolmo en 1962 entre dos figuras del ajedrez del siglo XX, el antiguo niño prodigio español Arturo Pomar y el estadounidense Bobby Fischer. El primero ya venía de vuelta: hacía lustros que había dejado de ser un niño y, aunque conservaba las cualidades que le valieron la categoría de gran maestro, llevaba una vida gris como funcionario en la oficina de Correos de Ciempozuelos. Fischer era la estrella ascendente, el genio que ponía en jaque la hegemonía ajedrecística soviética.

Al hilo de esa partida, Cerdà, con una prosa vibrante y una documentación minuciosa, reconstruye las vidas de ambos y las de otros con los que compartieron destino: ser peones sacrificados en aras de una causa que los sobrepasaba, para ajeno beneficio. Antes de ser relegado a las catacumbas de la burocracia postal, allá por los crudos años 40, Arturito Pomar había sido peón del régimen de Franco, a la sazón un apestado internacional que quiso reivindicarse con sus proezas como ajedrecista y la fama mundial que le granjearon. En cuanto a Fischer, a pesar de toda su arrogancia y excentricidad, lo utilizaron vilmente los halcones del Departamento de Estado estadounidense, para afrentar al oponente de la Guerra Fría en el que era su deporte insignia.

Los dos acabaron, cada uno a su manera, rotos y olvidados, pero como afirma Cerdà en la brillante frase —y extraordinaria metáfora— que abre su libro y lo traspasa de principio a fin: «Nunca un peón es sólo un peón». Ambos eran brillantes por encima de toda medida, y en esa partida de Estocolmo, que el autor reconstruye paso a paso y convierte en hilo rojo que sostiene magistralmente su relato, lo demostraron una vez más. Quien tuvo retuvo, y el ya calvo Pomar hizo tablas con el astro emergente Fischer, que se resistía como tigre a conceder ese resultado.

El incidente australiano ha revelado la condición de Novak. Con todo su arte tenístico, que no hay otra que reconocerle, se ha convertido en el peón sacrificado de esa oscura internacional de la superstición acientífica, cobertura de otras supersticiones. Ahora que lo han deportado y huye a refugiarse a Belgrado o a Marbella, nadie va a hacerle la ola. El peón comido acaba fuera del tablero.

(Publicado en diarios del grupo Vocento el 18 de enero de 2022).

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