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10 septiembre, 2022

Friquis todos

«Cuando yo hablo de amor, hablo de ratas, y de cómo me roen esas ratas el corazón». Es una de las contundentes frases con las que se despacha Nathaniel Mortimer, el protagonista de Ficción para multitudes, la última novela del leonés Luis Artigue.

Mortimer es un historietista de fama mundial que como tantos otros neoyorquinos muere víctima del covid e inicia un alucinado viaje de ultratumba en el que reproduce, a su modo, el itinerario del florentino Dante Alighieri en su inmortal Comedia. A medio camino entre la fantasía, la alucinación y el más pavoroso relato documental de nuestro mundo dislocado, el artefacto narrativo de Artigue arroja al lector a una descarnada confrontación con el paisaje humano postpandémico. Su héroe, disfuncional como en este siglo impredecible corremos el riesgo de serlo todos, asume como rasgo esencial de su identidad la condición de friqui, sobre la que se explaya con su interlocutora, una terapeuta a la que debe rendir cuentas acerca de su accidentada existencia.

«Los friquis» —afirma— «en cuanto que contrabandistas de la realidad, vivimos en el mundo pero no somos de este mundo». Reconoce a renglón seguido Nathaniel que nunca se levantó de la cama para votar, «por culpa tanto de los infames candidatos que se presentan como de las resacas que me pillo». Su opción política más real, asegura, «siempre ha sido parapetarse entre las sábanas ante la ficción más inventivamente revolucionaria». En pasajes así, cuya doble lectura resulta evidente, asoma bajo el delirio un retrato inclemente del homo digitalis, ese escapista indignado que vive inmerso en su narcisismo y que no practica otra insumisión que la puramente virtual, en la medida en que se lo permiten las borracheras a las que lo arrojan sus múltiples adicciones. Para nuestro mal, Nathaniel nos representa.

Bajo la coartada del esperpento y el disparate, Artigue clava cual mariposa en alfiler a alguno de los ídolos del siglo. En cierto momento, se cita una historieta «de los tiempos del presidente Obama sobre Premios Nobel de la Paz que entran en tu casa y te disparan y te matan y te descuartizan y te tiran al mar». Es un buen ejemplo de la inteligente reivindicación que hace Artigue de la imaginación. El friqui también puede ser, con su propensión al extremo calenturiento, el cronista más ajustado de una era donde los conceptos se trastocan más allá de lo que Orwell dio en imaginar en su célebre distopía. Cuando todo enloquece, tal vez haga falta un chiflado para levantar acta de la Historia.

(Publicado en diarios del Grupo Vocento el 30 de agosto de 2022).

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