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15 septiembre, 2022

Imán: Sender el africano

Me complace sobremanera poder anunciar al fin que está disponible, dentro de la colección Austral, una nueva edición de Imán, la excepcional novela africana de Ramón J. Sender, con una introducción de un servidor. La introducción en sí no es nueva, la escribí hace ya más de veinte años para la edición del libro dentro de la colección de Destino CCC (Clásicos Contemporáneos Comentados), pero aquella edición estaba agotada y era inencontrable desde hace años. Por otra parte, tanto en el texto de la novela como en el de la propia introducción, esta de Austral presenta algunas novedades.

En lo que toca a la introducción, la he actualizado y pulido, allí donde el tiempo transcurrido o mi perspectiva actual lo aconsejaban. Tampoco de manera sustancial: sigo creyendo sobre Imán lo que creía hace dos décadas, que es una de las mejores novelas del autor aragonés —si no la mejor—, una de las mejores novelas españolas del siglo XX —si no la mejor, de nuevo— y la mejor novela bélica escrita en nuestra lengua —y a este respecto apenas tengo dudas—. Por su pertinencia, por su enorme dosis de verdad, por la potencia de sus imágenes, el brío de su lenguaje, su arriesgada e innovadora manera de contar, repleta de resonancias metafísicas y asombrosa por su modernidad, en una España, la de 1930, donde los novelistas seguían aferrados a los modos decimonónicos.

Salvando la brillantez de Valle o la hondura y el riesgo de Unamuno, sólo Sender sale con esta novela a competir con la gran novela europea de su tiempo, la que surge de trauma de la Gran Guerra, ya sea narrando esta —Remarque, Graves— o radiografiando con intuición visionaria los efectos de semejante conmoción en el alma de Europa —Musil, Kafka, Joyce, Proust, Roth—. El protagonista de la novela de Sender, el pobre soldado de leva Viance, arrollado por la historia, es una criatura literaria de proporciones no inferiores a las de los grandes personajes de esos autores que todavía hoy influyen en nuestro escribir, sobre la guerra, sobre la vida e incluso sobre la propia escritura.

En el drama individual de este joven campesino —al que llaman Imán porque atrae la desgracia—, está contenido el drama de su tiempo y su lugar: sus antecedentes, su presente y su oscuro porvenir. De la injusticia que tritura a este hombre durante esa atroz guerra del Rif en la que como tantos españoles de su tiempo se ve obligado a participar, vendrá, con el tiempo, la guerra civil que asolará España.

Siendo, como lo es, un documento de valor excepcional sobre la guerra de África —uno de los primeros textos publicados en los que se da cuenta, por ejemplo, del uso de gases tóxicos prohibidos contra los rifeños y de sus efectos—, Imán es también una novela total, en la que a la emoción y la trascendencia de lo que se narra se suman el vigor poético, la indagación profunda de la condición humana, la interrogación filosófica y una poderosa vocación de estilo.

En cuanto al texto de la novela, basado en la edición que con el beneplácito pero sin la supervisión del autor preparó Marcelino Peñuelas en 1976 —esto es, 43 años después de la segunda edición de 1933, que hasta entonces seguía siendo la última—, para esta nueva edición en Austral lo he revisado con cotejo de la original de 1930, de la que poseo el ejemplar que aparece en la imagen superior. Este ejercicio me ha permitido subsanar unos cuantos errores de transcripción que daban lugar a algún pasaje un tanto desconcertante. No eran demasiados, pero ahí estaban y el libro queda mejor sin ellos. Por lo demás, he respetado las correcciones, sobre todo de puntuación, que en su día hizo Peñuelas —experto senderiano y pulquérrimo filólogo— y que contaban con la bendición del propio Sender.

En fin, con todo esto no quiero sino dejar constancia del privilegio que representa para mí que este libro vuelva a estar a disposición del lector en español y con una introducción que lleva mi firma. Para que la dicha sea completa ya sólo falta que en la cubierta, en vez de un oficial francés, aparezca uno de esos pobres soldaditos españoles enviados al matadero africano, de los que tenemos fotografías soberbias que bien podrían servir a tales efectos. Hecha está la petición a los editores.

Aprovecho esta anotación para celebrar también la exposición Ramón J. Sender, Memoria Bisiesta, que se puede ver en la sede del Instituto Cervantes de Madrid hasta el 16 de octubre de este año, con un completo recorrido por la vida y la obra del escritor. Agradezco especialmente que sus comisarios me pidieran y me hayan permitido elaborar una parte del catálogo: la relativa, justamente, al Sender africano. De su paso por la guerra, en la que participó brevemente como suboficial y oficial de complemento, no sólo salió Imán, sino también otra notable novela, Cabrerizas altas, incluida en la serie de Crónica del alba, amén de una serie de textos periodísticos escritos en caliente que nos permiten acceder a la mirada del Sender joven, de la que sería tributario el novelista hasta el fin de sus días.

La obra senderiana merece este y todos los homenajes que se le hagan. Es uno de nuestros grandes. Si se lo leyera más, quizá se comprendería mejor el país y el mundo en el que vivimos.

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