Los hinchas violentos de dos equipos de fútbol desatan en una ciudad una batalla campal que, además de llevar a sus calles el caos y el terror, provoca destrozos diversos, varios heridos y detenidos y la muerte de un policía. Al día siguiente, el alcalde sale a la palestra para «invitar a la reflexión» a los que dirigen la organización que, una y otra vez y sin tomar ninguna medida efectiva para impedirlo, proporciona la ocasión para que se produzcan incidentes criminales semejantes. Incidentes que ya han costado antes la vida a alguien, y que estallan al calor de una actividad que a esa organización le reporta pingües beneficios, repartidos gozosa y copiosamente entre sus integrantes.
El alcalde invita a la reflexión.
Si usted o quien esto escribe aparcamos nuestro coche en doble fila o vamos a 70 por hora donde pone a 50, el alcalde no nos invita a la reflexión: nos atiza una multa que nos cruje y con un poco de mala suerte nos cuesta un par de puntos del carné. Sin embargo, a quienes le llevan el apocalipsis a la ciudad, y dan motivo, mientras se lucran, para que sus ciudadanos y servidores resulten heridos o muertos, se les dirige delicada y respetuosamente para que hagan, si lo tienen a bien, el ejercicio de reflexionar.
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