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30 julio, 2021

La mala naturaleza

Hay un pasaje en Yoga, la última novela del reciente Premio Princesa de Asturias de las Letras, Emmanuel Carrère, que da que pensar a quien alguna vez se haya interrogado acerca de la naturaleza humana o de la suya propia. Es un momento en el que el autor, para ilustrar sus dificultades para convivir con la sensación de ser una mala persona, recurre a una historia que trata de un ladrón que está obsesionado con robar el tesoro que unos monjes ocultan en su monasterio. Para ello, ingresa en el cenobio como novicio y vive allí en esa calidad diez años, pero no logra que los mojes le revelen dónde guardan el tesoro. Así que toma las órdenes y se pasa décadas sumido en la oración, con el cálculo siempre de acabar averiguando dónde está escondido el tesoro y llevárselo. Tanto reza que acaba convirtiéndose en un gran santo, y sólo así comprende, al final de su vida, que ese era el tesoro: su vida en el monasterio, a la que ha podido llegar, justamente, por ser un ladrón empeñado en desvalijarlo.

Dice Carrère que siempre que se siente a disgusto con su mala naturaleza, recuerda esta historia y le trae gran consuelo. Y en otro momento del libro, más adelante, recuerda un pasaje de un místico inglés del siglo XIV, el anónimo autor de The Cloude of Unknowying, en el que se afirma: «No es aquello que eres lo que Dios contempla con los ojos de su misericordia, sino aquello que has deseado ser». O lo que es lo mismo, que uno, aun siendo y sintiéndose malo, puede redimirse si, como afirma de sí el autor, mantiene el empeño de llegar a ser algún día «un hombre estable, un hombre sereno, un hombre en el que uno puede hallar un anclaje firme, un hombre bueno, un hombre amante». Porque sólo en el amor y en la capacidad de amar está la clave, la apuesta de este combate que es el de la vida.

Si sospechamos que algo de mala naturaleza hay en todos y cada uno de nosotros, como aprecia cualquiera que se observe sin un exceso de complacencia, podríamos pensar que nada hay más temible que quien se siente lo bastante bueno. Alguien así no abriga más deseo que seguir siendo lo que es, y no ser nunca parte de alguna de las formas de vivir la condición humana, por fuerza ajenas, a las que asocia la maldad de la que se juzga exento. Líbrenos la fortuna de ver nuestros asuntos o nuestra suerte encomendados a quienes se sienten ejemplo de bondad, y no temamos necesariamente el trato de los pecadores. Sólo de aquellos que, por ignorarlo, nunca han deseado dejar de serlo.

(Publicado en diarios del Grupo Vocento el 6 de julio de 2021).

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