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30 junio, 2019

El mal en la Edad Idiota @elmundoes

 

 

Denali no ha conocido otro siglo que el XXI. Vino al mundo casi coincidiendo con ese momento en el que cada vez parece más claro que cambiamos de era histórica: el 11 de septiembre de 2001, cuando cayeron en medio de una nube de escombros las dos torres que simbolizaban el poderío de la gran potencia de la Edad Contemporánea, sumiendo a esta y al conjunto de la humanidad en una perplejidad que aún dura y que se traduce en el regreso a la guerra como forma principal de relación entre los pueblos y las culturas.

Algunas de esas guerras se combaten al estilo tradicional, incluso retrocediendo al arma blanca y a la Edad Media. Otras se libran por la vía de la desinformación, la infiltración y manipulación digital o el centrifugado de mentes. Ninguna acaba de ganarla nadie, mientras crecen las bajas.

Denali vivía apaciblemente al margen de ese despliegue de horror, en Alaska, un lugar donde la naturaleza y la lejanía a los epicentros de los diversos conflictos le habría permitido llevar una existencia razonablemente pacífica y provechosa. Quiso sin embargo su mala fortuna que contactara por internet con Darin, de 21 años, un adicto a la pornografía infantil de Indiana que le dijo que se llamaba Tyler y que era un millonario de Kansas. Por lo que se ve, nadie le había enseñado a Denali a desconfiar de lo que la gente a la que no conoces te dice que es en la red.

Tampoco debían de haberle enseñado otras muchas cosas. Por eso, cuando Darin, para ella Tyler, le propuso que abusara de menores de edad y lo grabara, no parece que se le activaran los frenos que cualquiera dotado de una conciencia normalmente constituida habría tenido que vencer. Al menos, la policía les ha intervenido unos vídeos que invitan a cuestionárselo. Y por eso, también, cuando el supuesto millonario de Kansas le ofreció nueve millones de dólares por asesinar a alguien y grabarlo, a Denali no se le ocurrió nada mejor que aprovecharse vilmente de la confianza que en ella tenía Cynthia, su mejor amiga, para conducirla a una emboscada mortal en la que, con ayuda de otros dos jóvenes desprovistos como ella de cualquier escrúpulo, le despachó, según se desprende de la investigación policial y de su propia confesión, un tiro en la nuca. Luego la arrojó a un río. En lugar del dinero, que nunca llegó, ahora se enfrenta, junto al falso millonario y sus cómplices, a 30 años de cárcel.

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