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9 marzo, 2023

Púa

Llegó el día de anunciarlo. Es un proyecto que viene de antiguo, tan de antiguo que en cierto modo conecta con mis inicios como novelista. Es una novela que habla de un hombre que se pierde creyendo hacer lo que debe, como pasa con los hombres —y con las mujeres— en alguna que otra ocasión. Hasta tal punto siente la llamada del deber que acepta hacer para servirlo lo que en ningun caso debería hacerse: lo que las leyes y los principios morales más elementales proscriben. Eso lo convierte para siempre en alguien distinto del resto. En el portador de una carga y el servidor de una deuda.

Digo que viene de antiguo porque hace años que medito, en otros libros y otras historias, sobre el destino y el carácter de los seres humanos que cruzan las líneas rojas que a los demás suelen contenernos; esos que aceptan ser la mano que ejerce violencia o abuso sobre otros. Con ellos compartimos, nos guste o no, la misma naturaleza, que a todos, a priori, nos capacita para el mal. Es algo que está, de diferentes formas, en muchas de mis ficciones: El nombre de los nuestros, Carta blanca, Niños feroces, Música para feos o Nadie por delante. También en algunos de mis títulos de no ficción: Y al final la guerra o Sangre, sudor y paz. Por no hablar de la serie de Bevilacqua y Chamorro, sobre todo en títulos como Donde los escorpiones, El mal de Corcira o La llama de Focea.

Digo que en cierto modo conecta con mis principios porque esta novela, Púa, sin renunciar al ritmo de un thriller, contiene la misma apuesta radical por la literatura y la alegoría de títulos como Noviembre sin violetas o La sustancia interior. Como esta última, ocurre en un lugar indeterminado, en un tiempo indeterminado también. Su protagonista es un agente encubierto que participa en la guerra sucia contra una organización terrorista. Podría ser cualquiera de las que tenemos más cerca en el espacio y el tiempo, pero también podría suceder en otro país, otra época, frente a otros terrorismos.

No hay un nombre propio que sitúe la historia en unas coordenadas concretas. Ni de persona, ni de colectivo, ni de lugar. Eso libera al narrador —a quien le escribe— de las servidumbres que imponen los relatos situados en una realidad dada. Por no haber, no hay ni un solo teléfono móvil. Y qué bendición zafarse a efectos narrativos de su tiranía, tan presente en nuestras vidas actuales.

Y a la vez que conecta con todo lo anterior, este libro, creo poder decir, es un punto y aparte. Por el tono, por la voz, por la mirada, incluso por la cadencia de la prosa.

Púa, nombre de guerra del protagonista y narrador de esta novela, está retirado y procura mantener un perfil bajo como librero de lance. Pero el pasado llama a su puerta, a través del amigo y camarada del alma con el que compartió los peores momentos. Esa llamada no puede ignorarla. Así se ve enfrentado a una nueva misión, que tiene nombre femenino: Vera. Y hasta ahí puedo leer.

Os espera en las librerías el 10 de mayo. Cuento con vosotros.

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2 Comentarios
  1. Como siempre, allí estaremos

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