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26 abril, 2019

Una biblioteca (nada menos)

 

A veces la vida te da sorpresas. De las buenas, de las inmerecidas. Que son las mejores, como ya dejó dicho por ahí en algún meandro de sus delirios el protagonista de La flaqueza del bolchevique (eso ha estado un poco feo y torpe, prometo no volver a citarme; pero es que hace tanto ya que lo escribí que casi me parece de veras la frase de otro).

El 25 de abril de 2019 me dieron una de esas sorpresas. Iba yo a un instituto de secundaria de mi ciudad, Getafe, que se llama La Senda, a un encuentro con los alumnos. Ya he ido alguna otra vez, entre otras cosas porque sus profesores, perseverantes y valientes, llevan bastantes años poniéndoles libros míos a sus chicos como lectura. Que hasta ahora no se les han rebelado, me dicen, para alivio de mi conciencia.

Llego allí, pensando que voy a darles una charla sobre alguno de ellos, como he hecho tantas veces, y me encuentro con una exposición de trabajos en los que han hecho su particular interpretación plástica de unas cuantas de mis novelas. Incluida alguna de las más raras y menos juveniles, como El blog del inquisidor o Niños feroces.

 

 

Piezas de veras ingeniosas, no me resisto a poner un par de imágenes de detalle.

 

Y eso es sólo el aperitivo. Antes de entrar al salón de actos, en la hora del recreo (cosa rara), me dicen que todo lo que tengo que hacer es sentarme en la primera fila, que tienen una sorpresa para mí. Para mi tranquilidad, me aclaran que los chavales que acuden al acto son todos voluntarios (ya empezaba a temer yo, con espanto, que mi visita les privaba del recreo). Pese a ese nada desdeñable detalle, el salón de actos está lleno.

Y bueno, empieza la sorpresa. Primero ponen un vídeo. Luego, unos alumnos representan una pieza dramatizada protagonizada por Chamorro y Bevilacqua. A continuación, tres alumnas hacen una lectura acompañada de música al piano: es un poema inspirado en Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia (la primera entrega de la Trilogía de Getafe), que ha escrito una de ellas. Cuesta no emocionarse al ver vivir así, gracias a jóvenes lectoras de la ciudad, una historia de chicas de Getafe escrita y publicada hace veintidós años.

Pero falta la guinda. La sorpresa es que van a ponerle nombre a la biblioteca del instituto. Adivinen cuál. Ese mismo. Biblioteca Lorenzo Silva. No es la primera vez que me pasa, ver que mi nombre al fin sirve para algo de valor de veras incuestionable, como lo es, al menos para mí, una biblioteca. Ya se lo pusieron hace algunos años a la biblioteca municipal de Humanes de Madrid, por lo que les estoy eternamente agradecido a los vecinos y vecinas de esa ciudad.

Es igual, el honor es tanto que siempre sabe a primera vez.  Puedo decir que estar aquí ha servido para algo, ahora que soy no ya una biblioteca, sino dos. Una alumna ha hecho un letrero artesano para identificar esta. Es un alarde de delicadeza. Cómo no posar con él.

 

 

Intento decir alguna cosa para corresponder a tanta recompensa. Supongo que me quedo corto, no puede ser de otra forma. Me dicen que lo graban en vídeo y que lo colgarán. Si lo hacen, lo enlazaré aquí. De momento, enlazo a la entrada que han hecho en su blog, La Senda Literaria.

Queden estas líneas, sobre todo, para darles las gracias a esos chicos y chicas, y a sus profesores y profesoras. En especial a Juan Antonio Cardete, que sé que ha estado empujando la iniciativa, y al equipo directivo y al claustro y al consejo escolar, por respaldarla.

 

 

Les he pedido que me pasen la lista de los libros míos que no tienen en su catálogo, para hacerles llegar un ejemplar. Qué menos.

Ah, me regalaron la llave de la biblioteca. Para que vaya a escribir allí cuando quiera, me dijeron. Eso sí que es una habitación propia para un escritor, y mejor que la de Virginia Woolf. Está llena de libros. Llena de gente.

 

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About Lorenzo Silva
2 Comentarios
  1. Que experiencia más bonita .

  2. […] Silva ha publicado una detallada y generosa crónica del acto –“Una biblioteca (nada menos)“– en el blog de su web […]

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