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24 noviembre, 2019

Y al final, la guerra (bolsillo)

Tengo noticia para quienes estén interesados en ese episodio que tanto ruido hizo quince años atrás y tanto olvido ha cosechado luego, como suele ser regla con nuestra Historia: la intervención española en la guerra de Irak. Para contarlo escribí con Luis Miguel Francisco un libro, Y al final, la guerra, que hasta la fecha sólo había estado disponible en ediciones costosas o muy costosas. Ahora, por fin, Booket lo lanza en bolsillo, diría que al alcance de todos, aunque siempre habrá quien crea que un libro es caro y una entrada de fútbol asequible, no importa cuánto se baje el precio de uno o se eleve el de la otra.

En esta edición además hay una novedad, un apéndice en el que relatamos en detalle la actuación de los hasta ahora misteriosos francotiradores de la batalla de Nayaf, el día 4 de abril de 2004 y posteriores. Es una historia de veras interesante, por lo que vivieron, lo que hicieron —y en qué condiciones— y lo cerca que estuvieron de no poder contarlo. Pero no digo más: quien quiera conocerla, puede encontrarla en el libro.

También se encontrará con dos militares hoy conocidos por su afiliación política, tras su pase a la reserva, los generales Coll y Asarta —este último, coronel en la época que narra el libro—. A nadie se le oculta mi distancia respecto de la afiliación política en cuestión —ambos se han presentado a las elecciones bajo las siglas de VOX—, pero aquí se los retrata en su comportamiento profesional, que mereció que los condecoraran a ambos, por sostener una situación difícil minimizando la pérdida de vidas, tanto propias como del enemigo y de la población civil. Ambos colaboraron de manera generosa y transparente cuando escribimos el libro, y sus autores les debemos por ello gratitud. También debo hacer constar que los hombres que combatieron a sus órdenes nos certificaron su competencia y valor, aunque, para decirlo todo, algunos de ellos se quejaban, con razón, de que no se fajaran más para que las recompensas llegaran a todos los que en esos difíciles días de la primavera de 2004 las merecieron.

Anoto el detalle porque hay quien se gana la vida esparciendo descalificaciones que confunden la ideología de alguien con su desempeño profesional y hasta con la responsabilidad sobre una guerra a la que fue enviado por su gobierno y en la que trató, en circunstancias adversas y precarias, de cumplir con su deber. Dejando clara, como la dejo en el libro, mi oposición a aquella intervención, no participaré jamás de ese tipo de confusiones, porque no es mi ramo y prefiero dedicarme, simplemente, a contar las historias que cuento con la mayor honradez posible, sea cual sea el salario o la penitencia que por ello me corresponda.

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